Ya estamos en octubre pero a mediodía hace un calor
espantoso y tengo que trasponer al quinto pino para ir al súper. Llego a la
puerta y estoy chorreando sudor por todos los poros de mi cuerpo. Ufff, que
suerte… la sección de embutidos y de otros productos refrigerados me llama como
si de un sofá se tratara. Ni corto ni perezoso me siento sobre las tortillas de
patata embasadas que parecen ser de lo más blandito y esponjoso. Ains… que a
gusto se queda uno tras descansar un rato.
Podría darse el caso de que esta escena dantesca sea real,
pero ahora imaginad que ocurre lo mismo en una librería, donde una pequeña
montañita de libros están “boca arriba” sobre una superficie plana, a una
altura perfecta para aposentar las nalgas.
Y diréis: - ¡Hombre! Es que no es lo mismo. Una cosa es sentarse
sobre comida y lo otra es hacerlo sobre hojas de papel apiladas.
No importa si es lo mismo o no, es mercancía que se vende en
un establecimiento y hasta que la compres no es tuya para hacer con ella lo que
te apetezca (usarla a modo de cojín, calzar una mesa o hacer un buen fuego).
Ese es el tema, la gente no piensa en que eso sobre lo que
se sienta lo compra otra persona. Que las costuras o botones traseros de sus
pantalones pueden hacer marcas y estropear la cubierta del libro. Que la
presión sobre determinadas encuadernaciones puede hacer que se desprendan las
páginas.
Lo peor es que se lo comentas al plácido sedente y te
contesta con que ha elegido unos libros bien recios y que jamás se le ocurriría
sentarse sobre unos blandos que se pudieran estropear. ¡Tendrá cara dura!
Qué cansado estoy de ver a la gente hacer este tipo de
barbaridades. Me imagino que en sus casas se sientan en sillas, sillones y
sofás ¿Por qué se sientan sobre los libros en una librería? ¿Por qué no nos
preguntan si tenemos a mano alguna silla para ellos? NO. Lo mejor es encontrar
un buen montón de libros y repanchingarse a lo grande.
Y no voy a hablar de aquellos que se sientan sobre libros
que no están en plano sino de canto. Esas pobres hojas semiarrugadas aguantando
el peso de una persona, haciendo lo posible para no ceder y reventar del todo…
se me saltan las lágrimas al pensarlo. Ahí es para darle un puntapié en todo el
culo a la persona en cuestión y luego un buen coscorrón… y aún así no
aprendería.
En fin. Una lucha diaria que me costará más de un disgusto.